jueves, 13 de octubre de 2011
TÓTEM Y TABÚ
Unas líneas sobre un trabajo que escribí hace años sobre un análisis de lo sagrado tomando como referencia los trabajos de Freud y Durkheim, que creo que ha influido en mi poesía:
"CONCEPTO DE TÓTEM Y TABÚ.
El totemismo es un sistema que en algunos pueblos primitivos de Australia, América y África reemplaza a la religión y constituye la base de la organización social. Según Sigmund Freud en su libro Tótem y tabú, al analizar las costumbres y la organización de los aborígenes de Australia, se da cuenta de que éstos no construyen casa ni cabañas sólidas, no cultivan el suelo, no poseen ningún animal doméstico, tampoco tienen reyes ni jefes, los asuntos son resueltos por la asamblea de los hombres adultos, además es muy dudoso que pueda atribuírseles una religión rudimentaria bajo la forma de un culto tributado a seres superiores. Freud apunta que las tribus australianas se dividen en grupos más pequeños, clanes, cada uno de los cuales lleva el nombre de su tótem, que suele ser un animal comestible, y a veces una planta o fuerza natural, que se hallan en una relación particular con la totalidad del grupo. El tótem es un antepasado del clan y su espíritu protector, envía oráculos a sus hijos y les protege en casos de peligro. Los individuos que poseen el mismo tótem están sometidos a la sagrada obligación de respetar su vida y de abstenerse de comer su carne o aprovecharse de él en cualquier otra forma, su violación trae consigo un castigo automático. El tótem se transmite hereditariamente, generalmente por la vía materna. Además la subordinación al tótem sobrepasa la debida a la tribu y relega a un segundo término el parentesco de sangre.
Según Durkheim en su libro Las formas elementales de la vida religiosa, Mc Lennan fue el primero que intentó incorporar el totemismo a la historia general de la humanidad, según este autor muchos usos y costumbres existentes en diferentes sociedades antiguas y modernas debían ser considerados como supervivencia antigua de una época totémica. Otro autor, Wundt, sigue este planteamiento, expresando que la cultura totémica ha constituido en todas partes una fase preliminar del desarrollo ulterior y un estadio de transición entre la humanidad primitiva y la época de los héroes y los dioses. S. Reinach, formuló un “Código del totemismo” en doce artículos, en los cuales establecía que cuando el animal, tótem, es sacrificado ritualmente, es solemnemente llorado, por ejemplo, o también que el animal tótem defiende y protege a los miembros del clan. Frazer, en su libro Totemism and exogamy, define tótem como un objeto material al que el salvaje testimonia un supersticioso respeto porque cree que entre su propia persona y cada uno de los objetos de dicha especie existe una particularísima relación que es recíproca. El tótem protege al hombre y el hombre manifiesta su respeto hacia el tótem de distintas formas, por ejemplo, no matándole cuando es un animal o no cogiéndole cuando es una planta. El tótem se distingue del fetiche en que no es nunca un objeto único, como lo es este último, sino una especie animal o vegetal, con menos frecuencia una clase de objetos inanimados, y más raramente aún una clase de objetos artificialmente fabricados. Además, según este autor, existen tres variedades de tótem, el de la tribu, que se transmite hereditariamente de generación en generación, que es el tipo de tótem por excelencia del que se derivan las otras dos clases: el tótem particular a un sexo y el tótem individual, que pertenece a una sola persona y no se transmite a sus descendientes.
Podemos resumir diciendo que el totemismo es un sistema a la vez religioso y social. Según Freud, desde el punto de vista religioso, consiste en relaciones de respeto y de mutua consideración entre el hombre y el tótem, y desde el punto de vista social, en obligaciones de los miembros de clan entre sí y con respecto a otras tribus, como por ejemplo que los miembros de una división totémica no podían establecer contacto sexual con los del sexo opuesto pertenecientes al mismo tótem.
La palabra tabú es polinesia. Para nosotros tiene dos significaciones opuestas, por un lado significaría lo sagrado o consagrado, y por el otro, lo inquietante, peligroso, prohibido o impuro. El concepto de tabú entraña la idea de reserva, y se manifiesta esencialmente en prohibiciones y restricciones, que llevan aparejado el temor a lo sagrado. Según Freud, las restricciones tabúes se diferencian de las prohibiciones puramente morales o religiosas, en que no emanan de ningún mandamiento divino, sino que extraen de sí su autoridad, y que carecen de todo fundamento, ya que su origen es desconocido, incomprensibles para nosotros, aunque parecen naturales a aquellos que viven bajo su imperio. El tabú puede definirse como una serie de limitaciones, como por ejemplo, la prohibición de comer determinados alimentos, a las que se someten los pueblos primitivos, ignorando sus razones, y sin preocuparse siquiera de investigarlas, pero considerándolas como cosa natural y convencidos de que su violación los atraería los peores castigos.
Según Wundt, tabú es todos los usos en que se manifiesta el temor inspirado por determinados objetos relacionados con las representaciones del culto y por los puros actos con ellos enlazados. Para este autor, tabú es una manifestación de la creencia en poderes demoníacos, no siendo si no una objetivización del temor al poder demoníaco que se suponía oculto en el objeto tabú, después se desliga de esa raíz, pero sigue constituyendo una poder en virtud de una especie de inercia psíquica, formando así la raíz de nuestras propias prescripciones morales y de nuestras leyes. Para Wundt, la idea primitiva de tabú no entraña una separación de los conceptos sagrado e impuro, sino que el temor al contacto con el tabú es desdoblado en veneración y execración cuando se pasa de la creencia en los demonios a la de los dioses. Para Freud, Wundt no se remonta a las raíces del concepto porque el miedo a los demonios son creaciones psíquicas del hombre, así, Freud, tratará de explicar los tabúes basándose en la técnica del psicoanálisis.
EL TABÚ Y LA AMBIVALENCIA DE LOS SENTIMIENTOS. LA CONCIENCIA MORAL. –FREUD-
En su libro Tótem y tabú, Freud dedica un capítulo a exponer las analogías que se dan entre los tabúes y las prohibiciones obsesivas de la neurosis. Según Freud, en el psicoanálisis, es decir, en la investigación de la parte inconsciente de nuestra vida psíquica, hay casos en que las personas se han creado por sí mismas prohibiciones tabúes individuales y que las observan tan rigurosamente como el salvaje las restricciones de su tribu o de su organización social, a estas personas las denomina neuróticos obsesivos.
De la comparación del tabú con las prohibiciones obsesivas, Freud extrae una serie de analogías. La primera análoga es la carencia de toda motivación y el enigma de sus orígenes, es decir, que los tabúes y las prohibiciones de los neuróticos, surgieron repentinamente, un día, y desde entonces el sujeto se ve obligado a observarlos bajo la coerción de una irreprimible angustia. La segunda analogía es que en ambas restricciones se da la prohibición principal del contacto, es decir, “ponerse en contacto con algo” (esto se asemeja al “delire de toucher”, en el que el placer y la prohibición se refiere a los propios genitales, y que ha sido observado clínicamente en neurosis obsesivas), todo aquello que orienta las ideas del sujeto hacia lo prohibido, esto es, lo que provoca un contacto puramente mental o abstracto con ello, queda tan prohibido como el contacto material directo. Una tercera analogía es la de que algunas prescripciones o prohibiciones nos resultan comprensibles y otras inexplicables o absurdas, como por ejemplo los ceremoniales. La cuarta analogía es la de la transmisión o desplazamiento de la prohibición. Por último, la quinta analogía es la de que las privaciones y restricciones que aportan las prohibiciones tabúes pueden ser levantadas por la realización de determinados actos que tienen un carácter también obsesivo y son actos de arrepentimiento, expiación, purificación y defensa, como lo es la ablución obsesiva o los ceremoniales de los primitivos para expiar un tabú en los que normalmente interviene el agua.
Se puede resumir la coincidencia entre el tabú y las prohibiciones obsesivas en la falta de motivación de las prescripciones, su imposición por una necesidad interna, su facultad de desplazamiento y contagio, y por último, la causación de actos ceremoniales y de prescripciones emanadas de las prohibiciones mismas.
Ahora bien, para Freud, los tabúes y las prohibiciones obsesivas tienen un origen común, esto es, nacen de la ambivalencia de los sentimientos, de la actitud ambivalente de un sujeto y de los pueblos primitivos en los cuales sé de un conflicto entre la prohibición, que es consciente, es decir, el horror que el objeto o el acto le inspira, y la tendencia, que es inconsciente, el sujeto la desconoce pero siente el deseo de realizar el acto prohibido. En el desarrollo clínico de la neurosis se ha descubierto que esta se rige por la ley de la asociación, la tendencia prohibida se va desplazando para escapar de la prohibición a otros objetos y actos sustitutivos, pero la prohibición sigue estos desplazamientos y recae en los nuevos fines elegidos. Freud señala que la base del tabú es un acto prohibido a cuya realización impulsa una enérgica tendencia localizada en lo inconsciente. El que realiza el acto prohibido viola el tabú y se hace tabú a su vez, porque posee la facultad peligrosa de incitar a los demás a seguir su ejemplo, es decir, inducir en la tentación de infringir la prohibición, por lo que el sujeto resulta contagioso.
Como resumen de lo comprendido del tabú tras su comparación con la prohibición obsesiva del neurótico, Freud dice que el tabú es una prohibición muy antigua dirigida contra los deseos más intensos del hombre (aunque esto es indemostrable), que la tendencia a transgredirla persiste en lo inconsciente, que los hombres que obedecen al tabú observa una actitud ambivalente con respecto a aquello que es tabú, que la fuerza mágica atribuida al tabú se reduce a su poder de inducir al hombre en tentación, se comporta como un contagio porque el ejemplo es siempre contagioso y porque el deseo prohibido se desplaza sobre otros objetos, y que la expiación de la violación de un tabú por renunciación prueba que es un renunciación lo que constituye la base del tabú.
Para demostrar la coincidencia entre el tabú y la neurosis obsesiva en su parte fundamental, Freud analiza un grupo de prescripciones relativas a enemigos, jefes y muertos para comprobar si en ellas se dan también tendencias ambivalentes:
a) Conducta para con los enemigos: la consumación del homicidio de un enemigo impone, en los pueblos primitivos, una serie de prescripciones como son la reconciliación con el enemigo muerto o la práctica de determinadas ceremonias. En estas prescripciones se manifiesta, según Freud, su arrepentimiento por haberlo matado y el temor al espíritu del muerto, por lo que se comprueba que existe una ambivalencia de sentimientos con respecto al enemigo.
b) El tabú de los soberanos: La actitud de los pueblos primitivos hacia sus jefes, reyes y sacerdotes se halla regida por dos principios: el súbdito debe preservarse de ellos y también debe protegerles. En el ceremonial tabú de los reyes se da en apariencia una expresión del más absoluto respeto, pero en realidad es un castigo por dicha elevación y una venganza que los súbditos se toman del rey por los honores que le han concedido, esto se asemeja al acto obsesivo en la neurosis que es aparentemente una defensa contra lo prohibido, pero en realidad es la reproducción de lo prohibido. La ambivalencia afectiva se da tanto en la neurosis, exceso de cariño para ahogar la hostilidad inconsciente, y en los salvajes, veneración y divinización, pero también una desconfianza que se demuestra en los tabúes.
c) El tabú de los muertos: Una de las prohibiciones que más sorprende es la de no pronunciar el nombre del muerto, cuando el difunto llevaba un nombre idéntico al de un animal o un objeto, algunas veces estos pueblos les daban un nombre nuevo a dicho animal u objeto, para que nada en la conversación les recordase al fallecido. Esta prohibición se extiende y hace que se evite hablar de todo aquello en lo que el muerto intervino, aunque a veces adoptan costumbres compensadoras, como es la de resucitar los nombres de los muertos después de un largo duelo y dárselo a los recién nacidos. Esto es así porque los salvajes ven en el nombre una parte esencial y una propiedad importante de la personalidad y atribuyen un pleno valor objetivo a las palabras, esto es parecido a la neurosis obsesiva, ya que los neuróticos muestran una total sensibilidad de complejos con respecto al enunciado o la percepción auditiva de determinadas palabras y derivan de su actitud un gran número de rigurosas coerciones. Pero, ¿por qué incluso los muertos más queridos se transforman en demonios? Para Freud, igual que en la neurosis se da un deseo inconsciente de la muerte de alguien cuya hostilidad se disimula detrás de un tierno amor, en los salvajes la hostilidad inconsciente como satisfacción producida por la muerte del ser amado queda exteriorizada y atribuida al muerto mismo, el remordimiento de haber sentido hostilidad se manifestará por medio de la proyección, en forma de privaciones que el sujeto se impondrá disfrazándolas bajo la forma de medidas de protección contra el demonio hostil, por lo que también aquí se da la ambivalencia de los sentimientos.
Freud va más allá y analiza también en el libro Tótem y tabú la naturaleza y el origen de la conciencia moral, basándose en la conciencia tabú, que constituye, según el autor, la formación más antigua de la conciencia moral, y que se deriva de la trasgresión de un tabú (remordimiento tabú). La conciencia moral es la percepción interna de la repulsa de determinados deseos. Esta repulsa no tiene porqué invocar razones ningunas y posee una plena seguridad de sí misma. Todo aquel que posee una conciencia moral debe hallar en sí mismo la justificación de dicha condena y debe verse impulsado por una fuerza interior a reprocharse determinados actos. Para Freud, la conciencia moral presenta una gran afinidad con la angustia, que nace de lo inconsciente. La psicología demuestra, según dicho autor, que cuando se ha dado una represión de deseos, la libido de los mismos queda transformada en angustia. En la conciencia moral también hay algo desconocido e inconsciente, esto es, la razones de la represión y de la repulsa de determinados deseos. Freud se basa en las investigaciones psicoanalíticas de los sueños de personas sanas para afirmar que la tentación de matar es más fuerte en las personas de lo que creemos, además algunas prohibiciones obsesivas de determinados neuróticos, no son sino castigos que los enfermos se inflingen a sí mismos porque sienten la tentación de matar, que existe en lo inconsciente; el tabú, como el mandamiento moral, se justifica por una actitud ambivalente con respecto al impulso hacia el homicidio.
Freud concluye diciendo que el tabú no es una neurosis, sino una formación social y que el predominio de las tendencias sexuales sobre las sociales constituye un rasgo característico de la neurosis, pero que estas mismas tendencias sociales han nacido de la mezcla de elementos egoístas y eróticos.
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