martes, 12 de febrero de 2008

Las Versiones del Tigre (Ed. Vitruvio, 2007)


Este libro me lo publicaron el año pasado en ediciones Vitruvio. En una de las primeras páginas aparece la siguiente nota del editor: "Las versiones del tigre es un profundo homenaje a Jorge Luis Borges, amparada en el mítico tigre del escritor argentino, Ángela Álvarez ha sabido construir una prosa poética muy personal, brillante y lúcida". COn este libro quedé finalista en el I Premio de poesía Margarita Hierro. Os dejo con alguno de sus poemas en prosa:

Los recuerdos

En el interior de la casa hay un patio con una fuente en el medio. El patio es rectangular. Sin embargo, en la mirada de la mujer tiene forma de círculo –aunque el lugar es el mismo, la mujer lo percibe como una sucesión de momentos-. La mujer da una vuelta alrededor de la fuente y se encuentra con una niña que trepa por una enredadera que conduce a la infancia. La mujer llama a la niña y ésta, después de mirarla con sus mismos ojos, desaparece por el tejado. La mujer, sorprendida por el suceso, decide dar otra vuelta alrededor de la fuente. Esta vez no aparece nadie. Pero unos versos se le agolpan en la boca. La sensación de pérdida levanta los adoquines y humedece la cal de las paredes. La mujer quiere huir de ese recuerdo y da una tercera vuelta. La frescura del aljibe despliega en el balcón un mapa con un camino trazado. Antes de que la mujer logre memorizar la ruta, el mapa desaparece. Los recuerdos están colgados en unas perchas que salen del techo. Parece un tendedero de pescado. La mujer cierra los ojos y siente el patio como es: rectangular, con el empedrado, los tiestos colgados de las ventanas, los cántaros y los tres escalones irregulares que dan a la cocina. La mujer se duerme dentro del murmullo del agua. Y sueña con una niña que tiene sus mismos rasgos. La mujer comienza a trepar por la enredadera detrás de la niña.


Los antihéroes

A los antihéroes se les conoce por su andar indeciso, con un pie siempre más retrasado que el otro y por su cabeza inclinada hacia la búsqueda. El antihéroe se toma un café por las mañanas, va al baño en los restaurantes y exhibe públicamente sus miedos, colgados del pomo de la entrada o de sus ademanes torpes. El antihéroe se define a sí mismo como una persona normal, pero en realidad está construido con los pedazos rotos de la palabra creencia. Un pedazo de guión de una película independiente. Un trozo de vanguardia, otro de novelas desestructuradas. Un pedazo de yo fragmentado o de consulta psicoanalítica. Un sobrenombre surrealista o el apartamento de un neurótico. Los antihéroes, como su propio nombre indica, tienen las cualidades contrarias a las de los héroes: no son guapos, no son musculosos, no son valientes, ni mucho menos el yerno que toda madre querría tener. Muchos antihéroes suelen llevar cordones en los zapatos y gafas de pasta. Son tímidos, compulsivos y fetichistas de los pies. Sus sueños son diurnos y son tan cobardes que no se atreven a montarse en las atracciones de las ferias. Incluso les da miedo coger a su hijo recién nacido y prefieren observar su fragilidad detrás de un cristal. Los antihéroes tienen el pulso tembloroso y siempre tiran el caldo encima de la mujer gorda. Cuando éstos caminan por la calle parecen estar atravesando bosques muy densos y tienen la costumbre de no pisar las líneas que se forman debido a las intersecciones de los adoquines. En la literatura se expresan mediante un monólogo interior desorganizado e incoherente. Y su falta de moral les hace ir en busca de algo que dé sentido y lo pierden en el intento. A los antihéroes se les conoce por su andar indeciso y por su cabeza inclinada hacia la búsqueda. ¿Qué es lo que han perdido? Los antihéroes van buscando su mitad divina. Porque aunque ellos no quieran reconocerlo, hoy en día son tratados como verdaderos héroes, algo que obviamente no son, al ser su mitad mortal más fuerte de lo que los dioses habían imaginado cuando se les ocurrió engendrarlos. A los antihéroes les asustan los relojes y los perros, les gusta la comida china y se toman un güisqui antes de terminar este texto. Los antihéroes se pierden entre los espacios en blanco del poema. Mitad hombre. Mitad sentido de pérdida.


(Nota: la imagen es obra de David Escalona)

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